La
colinita de en frente, está toda contenta, se llena de las risas y el bullicio
de los niños que juegan, que corren por ella, que saltan en compañía de un
perro que los sigue por todas partes.
El
cielo está azul, sin nubes, el cerro es de un verde cambiante, que también se
ve contento, pues hoy hay un solecito, que calienta y vigoriza, como hacía ya
mucho no se sentía por estos lados.
Me
siento en el balcón a llenarme de las risas de los niños, a contemplar ese azul
intenso del cielo, a sentir en mi cuerpo el calorcito confortante de ese sol,
que ahora escasea tanto.
Cierro
mis ojos y aspiro un aroma a helechos frescos que me llega de abajo, escucho a
los pájaros que pasan haciendo barullo, recuerdo mi infancia de tejados tibios
donde tumbada de espaldad miraba elefantes, caballos, praderas de nubes, que
formaba el cielo solo para mi.
Hoy
ha sido uno de esos días en que solo quisiera quedarme así, sumergida en esa
dulce y vivificante ensoñación, con una tardecita soleada y deliciosamente
monótona, llena de la paz de mi entorno, pensando sentada allí, en el pequeño
balcón, volando desde allí, sin dirección ni rumbo, atrapada en el verde,
envuelta en el azul, arrullada de risas de niños, madurada de recuerdos de
niña, elevada del alma hacia el techo, cargada de brisas, asombrada siempre, ensoñada
y hermosamente “descualquierada”, sonriendo desde dentro, abandonada por
completo a esa sensación, que no tiene precio.
Tartacha,
“ensoñecida”
pues tomo un sitio
ResponderEliminarjunto a tí en la colinita
y me dispongo a disfrutar el paisaje
a ensoñar y permitirme
dejar volar a ese pequeño colibrí
que habita en mi interior,
en la colinita donde no somos cualquiera....
y tomarte la mano amiga, un instante
precioso!!!!
vanessa
sos un sol de persona y te quierooooooooooo
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